En mayo de 2017 el relato
"Violencia doméstica" obtuvo la primera mención en el Certamen
Literario de Prosa y Poesía "Prof. Oscar Grandov" del Rotary Club de
San Genaro. Me perdí la entrega de los premios porque me encontraba
de viaje. Pero hace poco tiempo tuve el gusto de conocer personalmente a la
Lic. Cora Renard (*), quien actuó como jurado de ese certamen. Ella me acercó el siguiente
análisis crítico del cuento, que elaboró en esa oportunidad. Es tan elogioso, que para mí vale también como premio.
1ra. mención: Violencia doméstica
La literatura subversiva es
aquella que rompe con los cánones establecidos, que muestra diferentes formas
de resolver las cosas. En realidad toda literatura es subversiva, de una u otra
forma.
Luego
de nacer con el viejo que contaba historias alrededor del fuego, la literatura
entonces hace un salto de atleta y se convierte en subversiva, en peligrosa, en
un arma potencial que puede llevarnos a nuevos mundos y despertar los
sentimientos más variados en el lector, pero que también puede descomponer, destruir,
desarmar y desangrar los falsos valores.
En sus manos está hasta la posibilidad de deconstruir el pensamiento, reformar ideologías.
¿Qué se desarma en este cuento?
Una gramática del cómo debe ser, de cómo se debe construir un discurso, con sus
párrafos, sus apartados, sus oraciones perfectamente separadas con sus puntos
aparte o seguidos, sus puntos y comas, sus comas. Aquí nada de eso se encuentra.
Hay como un fraseo con una respiración cortada. Hay casi la misma
desarticulación entre la lengua y el personaje que la emplea. Ambos se han
corrido de sus carriles y surge-entonces- la pregunta acerca de quién tiene la
culpa: si el sujeto o el objeto de la historia (si nos adelantamos a los hechos,
la opción es: o el autor fracasado o la obra que se resiste a ser creada).
El cuento es un monólogo
interno extenso que subvierte la forma escrituraria pues se amolda al fluir de
la conciencia. El monólogo
interior es una técnica literaria con la que se reproduce en primera
persona los pensamientos de un personaje, tal como brotarían de su
conciencia. Por eso la falta de signos
de puntuación que obligan a un tipo de lectura acelerada, que deja sin aliento.
La incorrección del lenguaje hecha ley con un objetivo estético. No es
la subversión por la insurrección misma.
El cuento
presenta un discurso de un único hablante frente a un interlocutor que aparece
nombrado como Cacho, el amigo
comprensivo que recibirá una confesión aparentemente encuadrada en lo que dice
el título: violencia doméstica. Así, el protagonista se despacha con lo que es
su vida con los problemas cotidianos en el trabajo, con un Ramírez
insoportable, la realidad de tener que mantener a una familia, el esfuerzo que
eso significa, la comprensiva incomprensión de los chicos (valga la
redundancia). La
literatura, por más recursos que use, siempre tiene el mismo objetivo: exponer
una realidad que no es ajena a ninguna persona. No hay una obra literaria que
esté desligada de la realidad de su tiempo, de su momento. Y tanto el tema de
la violencia familiar como el de los avatares para sostener a una familia
parecen reflejar, como en un espejo, el contexto que nos rodea.
Sin embargo, el cuento nos
reserva una sorpresa. Para lograrlo el autor debió echar mano a una ambigüedad
que le permitiera jugar con la indefinición de quién será “la quemada”. El empleo de los pronombres: “no
la aguantaba”, “ya no la podía ver”, “que ésta iba a ser la mejor, distinta” permiten
armar dos campos semánticos que deben tener puntos en contacto: la mujer (la
del protagonista) y el campo referido al tema novela (que es la que resulta ser
quemada, en la revelación final). Ambas son femeninas: la mujer/ la novela,
ambas exigen el esfuerzo de dedicarle atención, ambas, por esa atención y
exigencia, terminan por cansar.
El cuento tiene una vuelta de
tuerca al final que resulta sorpresivo. Es la cuota de humor que requiere el
deslizamiento del relato. Porque los hechos vienen “pesados”
Si uno piensa en que en todo cuento hay
dos historias ¿Cuál sería la historia
que subyace en este juego narrativo de confundirnos cuando nos hace creer que
habla de una cosa cuando en realidad habla de otra? Considero que por debajo
habla del difícil acto de escribir. No es fácil afrontar la escritura de una
novela. Como dijera José Iglesias: “El secreto para afrontar el folio
en blanco es trabajo, trabajo y trabajo. A la famosa musa hay que recibirla con
bolígrafo y papel, o frente al teclado, probando, reflexionando, corrigiendo,
descubriendo. La inspiración frente a las olas del mar, por ejemplo, está muy
bien, pero luego hay que bregar con el tono, los ritmos, la tensión, el tiempo
verbal, la voz narrativa, los personajes, el discurso… «Bajar a la mina y
picar», como dijera Philip Roth. Y decisiva es la sinergia entre
fondo y forma”.
Hay que combatir ímpetus, equilibrar, saber cuándo,
cómo y qué destruir antes de crear. Y para eso hace falta tiempo, dedicación,
trabajo. Si se claudica ocurre lo que le pasa a este personaje que ha quedado
trabado y no puede continuar. ¿Quién es-entonces- la verdadera protagonista de
esta historia? No es otra más que la
literatura que habla sobre sí misma a través de uno de sus ejes: el autor.
(*) Cora G. Renard es Licenciada y Profesora en Letras, Máster en Ciencias del Lenguaje y Máster en Literatura para niños. Ha sido docente, coordinadora de talleres literarios, directora de tesis, asesora de proyectos e integrante de jurados, entre otras actividades. Ha publicado artículos sobre lengua y literatura en revistas varias y especializadas, y el libro "Isadora Duncan. Esa hemosa levedad" del cual es autora. Obtuvo varios premios literarios.
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