Por favor:
¡Difundan!
Mi amigo ha
perdido el corazón. Lo tenía un poco gastado cuando un pequeño sueño con cuerpo
de cenicienta se le evaporó al doblar en una esquina, escondido en un beso que aquella
tarde no debía volar.
Una traición
pequeña se le antojó un vendaval devastador y le atravesó los ventrículos. Ahora
su sangre es de color violeta y sus lágrimas tienen el sabor del azafrán.
No hay 911
ni 814 para atender tanta tristeza.
Necesita
ayuda. Suelten una lágrima, regalen un abrazo, o un pan, o una manzana.
Descifren una metáfora.
Si no pueden
ayudar, intenten dejar toda la ropa tirada en la puerta de sus casas, caminen hacia el hospicio como si hoy fuera su
primer día de locura, bailando un vals, o volando en pequeños tramos, a bajo
costo. Lleven agua fresca, es buena compañía cuando los senderos se retuercen.
Recuerden también que no debe faltarles una semilla.
Una señora
de Andalucía envió este mensaje a doscientos ángeles, ahora ama la poesía.
Los demonios esperan turno en la ventana, al atardecer, y ella es feliz.
Un hombre de
Wisconsin lo ignoró (porque no entiende el español), encargó dos hamburguesas
gratinadas, y en una misma noche engordó
dos kilos y su colesterol batió el record del condado.
Por favor: ¡DIFUNDIR!